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Sorted by: Theme: Care & COVID 19

Written Story by Adriana

My name is Adriana. I was an essential worker. I worked in healthcare as a medication aide and  caregiver. Something I’ve been doing since 2006. I enjoyed it. I wish I could go back. After I got  covid in late September of 2020 my whole life changed. I lost my voice cause I yanked out the  tube that I had down my throat. Couldn’t speak without taking a breath in between words. Was  hospitalized for way over a month. Lost close to 100 pounds I believe. I couldn’t stand the first  time I tried to get out of the hospital bed. I had staff on either side of me in their protective gear  assisting me with standing and I proceeded to buckle and had to sit back down. I needed to  learn to walk all over again. I was using a walker and wheelchair. I couldn’t eat either. You see,  I’m diabetic and have gastroparesis. Anytime my body goes through a trauma I end up getting  sick and unable to eat without being sick. I ate chicken noodle soup for weeks after I got home.  And Gatorade. Slowly introducing solid foods. I had many falls at home since then. Once even  busted my lip open and needed stitches when I passed out just from walking one room to  another. My body wanted me to live. My doctor was surprised to see me alive in his office. If  that’s what you could call it. I was sitting in a wheelchair with a mask on. Hunched over. My  leggings that used to fit looked like pants on me. Months later, I started losing my hair. I used to  have thick hair. Now I don’t have much. My mind used to be organized. Work was ok for me  before. Now my brain feels like it’s in a fog most of the time. I can’t work anymore. I don’t have  the strength to do basic cpr or climb up stairs. Carrying a bag of groceries is hard. Walking in the  grocery store is near impossible as I get out of breath so easily. I have gone to physical therapy.  If the vaccine was around before I had covid, I would have gotten the vaccine. I remember  thinking so many times that I can’t do this anymore, this is too hard. I don’t want to try  anymore. I had so many people checking in on me every day. I remember thinking that I wanted  them to stop that. To just let me disappear. My depression was at an all time low. I’m such a  people person. I love giving and getting hugs. And when covid arrived, that stopped. And then  being isolated with covid unable to work for months after. And when I tried to go back to work I  realized still that I had a long road ahead of me. I don’t work. It wouldn’t be safe for me. I miss  my residents. I miss the social aspect. I miss what covid stole from me. I’m not who I used to be.

Written Story by Gaby Gaeta

Cambio de vida a raíz de la pandemia

¿Alguna vez has sentido miedo de enfrentarte a lo desconocido?  

Creo que la mayoría de las personas sentimos miedo al inicio de la pandemia por estar a  la expectativa de si nos contagiaríamos de COVID-19 o si alguno de nuestros familiares  padecerían la enfermedad, porque para todos era algo nuevo y desconocido, algo con lo que  nunca en nuestra vida nos habíamos enfrentado, algo que hasta los mismos científicos  desconocían y se ignoraba cual sería la cura, tal vez para la mayoría de las personas la pandemia  de COVID-19 solo vino a dejar cosas malas, pero estamos tan acostumbrados a una vida  mecánica en la que realizamos prácticamente las mismas acciones todos los días y en lo  personal creo que la pandemia de COVID-19 aún y con los estragos que ocasionó vino a  enseñarnos que debemos de tomar una pausa, un respiro en nuestra vida para realizar cosas  diferentes, olvidarnos de que todo en la vida es trabajo y que en casa tenemos familia que nos  espera y a la cual debemos dedicarle tiempo de calidad.  

Es verdad que al desconocer una enfermedad como lo es COVID-19 todos teníamos  miedo porque no sabíamos cómo podíamos enfrentar esa pandemia o que podíamos hacer  para evitar contagiarnos, situación que nos llevó a presentar cuadros de estrés y por  consiguiente adquirir diversas enfermedades mentales como ansiedad o depresión, teníamos  temor de convivir con las demás personas por lo que nuestras relaciones personales se fueron  deteriorando a tal grado de sentirnos solos; no podíamos acudir a nuestros lugares de trabajo  porque la regla fundamental para evitar contagiarte era no acudir a lugares donde hubiera  demasiadas personas, muchas personas no solo perdimos estabilidad emocional, sino que  también estabilidad económica ya que muchos centros de trabajo tuvieron que cerrar sus  puertas, cosa que agravó más la situación, porque ahora no solo teníamos que pensar en qué  hacer para no contagiarnos, también teníamos que pensar en qué hacer para sobrevivir, porque nuestros ahorros se iban terminando y ahora ya no solo estábamos luchando en contra de una  enfermedad respiratoria, también lo hacíamos en contra de una enfermedad emocional que  muchas noches nos provocaba trastornos del sueño por estar pensando de qué manera íbamos  a generar un ingreso para poder pagar nuestras cuentas.  

Pero aunque pareciera que la pandemia de COVID-19 solo vino a dejarnos cosas malas,  debemos de reflexionar y pensar que también nos ha dejado cosas positivas, nos enseñó nuevas  formas de organizarnos, a usar más la tecnología, a tener mejores hábitos de higiene personal,  nuevas formas de convivencia, mejores relaciones familiares y mucha creatividad, porque  cuando el dinero no alcanzaba y no teníamos empleo tuvimos que ser creativos y aprender un  oficio nuevo que nos diera la forma de subsistir, pareciera que todo es malo porque  desafortunadamente la pandemia de COVID-19 cobró muchas vidas pero para los que  sobrevivimos a ella solo queda agradecer lo bueno que nos dejó y analizar por qué seguimos  aquí y seguramente es porque necesitamos hacer un cambio de vida…

Artwork Story by Natalie V.

A surreal painting depicts a room with disoriented perspectives. A figure lies on a bed with serpentine tendrils, while other figures float or stand in unconventional postures. The room has a blue and green color palette with a window on the ceiling and curious, dreamlike elements.

Written Story by Morena Lopez

La pandemia y mi cambio de vida

Empecé como voluntaria en una organización sin fines de lucro y sin darme cuenta estaba  aprendiendo en ese lugar me daría la oportunidad de cambiar mi vida en los tiempos de  pandemia. 

Para mucha gente o para la mayoría, la pandemia fue la etapa más difícil de sus vidas, perdieron  familiares queridos. Otros perdieron empleos, perdieron casas, y perdieron la estabilidad que  tenían. Yo también perdí a alguien que quería y mi familia sufrió grandes cambios, pero no fue  por causa de la pandemia sino por otros efectos y decisiones tomadas anteriormente, y aunque  ese cambio fue muy difícil tengo que decir que la pandemia jugó un papel muy importante y  para mi a diferencia de otras personas no fue malo. Por fortuna en mi familia no murió nadie,  mi estabilidad mejoró, no perdí empleos sino que mejoró y mi familia no sufrió por hambre. Por  fortuna gracias a la pandemia mi vida dio un giro de 180 grados. 

En noviembre de 2020 se abrió una posición para trabajar en un sindicato de trabajadores  agrícolas. Un puesto de organizadora comunitaria con el enfoque en repartir materiales de  protección por covid, mascarillas desinfectantes guantes así como información de prevención  de covid. Anteriormente trabajé en el campo por más de 8 años haciendo todo tipo de trabajos,  azadón, poda, pizcas. 

Empecé a trabajar en este sindicato y aparte de que este trabajo me dio estabilidad económica  y mental. Me dio la oportunidad de aprender de la comunidad, aprendí la capacidad de  resiliencia que tenemos como individuos, y que a pesar de cada reto que enfrentamos y de cada  golpe que recibimos tenemos la capacidad de levantarse para seguir trabajando y hacernos más  fuertes. Cara a cara vi la fuerza de la unidad, del trabajo colaborativo y de la importancia que  tiene el poder informar a la gente para que ellos mismos sepan qué hacer. Cara a cara vi el dolor  en las caras de las personas por no tener los recursos necesarios cuando tenían la pérdida de  más de un familiar por COVID 19 y aparte del cambio traumático para la familia tenían que lidiar  con el problema de donde buscar dinero para mandar los cuerpos a sus lugares de origen.  Conozco mujeres que quedaron solas con sus hijos, padres que ahora se enfrentan a la vida sin  sus esposas para educar a sus hijos y lo mas triste hijos que se quedaron sin ambos padres  enfrentando la vida con algún otro familiar que de ninguna manera llenaran los vacíos en sus  corazones. 

Respeto el dolor y las experiencias diferentes que la gente tiene sobre los tiempos de la  pandemia, respeto los duelos y las pérdidas pero tengo que reconocer que estoy en el lugar  donde estoy por la necesidad de la comunidad de tener información, de saber a dónde acudir.  Agradezco la oportunidad de aprender de cada una de las personas que apoyamos, cada  persona aporta sabiduría a mi vida, la riqueza del conocimiento de la comunidad es inmensa y  agradezco la oportunidad que me brindan en cada plática de poder aprender. El compartir siempre enriquece, y tengo la gran fortuna de ser parte de una comunidad resiliente, unida y  con mucho amor para compartir.

Written Story by Evangelina Gabriel

De el rumor a el dolor

Haciendo limpieza en casa y junto con mil documentos que intentó desechar descubro unas  tarjetas que tienen el nombre de cada uno de los miembros de mi familia y en ellos indica la  certificación de haber sido vacunados contra el Covid-19. A mi mente vuelve el recuerdo del año  2020, se auguraban buenas cosas para ese año, pero nunca imaginamos lo difícil que la  pasaríamos en los meses siguientes, comenzando por la angustia al escuchar en las redes sociales  sobre un virus que se había “escapado” de un laboratorio en Asia … está en China, ahora en  Italia, ya llegó a América … se escuchaba y veíamos escenas que parecían sacadas de una  película, mientras tanto, junto con la incredulidad también se sentía el miedo cuando se  impusieron la distancia, el cubrebocas y la cuarentena!, pudimos palpar ese miedo cuando  mandaron a mi esposo a casa pues en su trabajo había infectados, estábamos asustados, nos  preocupaba absolutamente todo, desde nuestras hijas, las compras en el supermercado, la iglesia,  los centros de trabajo, hasta el ir a el parque nos asustaba. Pero nada como la angustia de ver a  mi Padre hospitalizado. Mi padre y mi madre llegaron de México y ocho días después pedimos  hospedarlos en un hotel pues en casa de mi hermana para ese entonces ya estaban infectados  algunos de los miembros de su familia, aunque ya era demasiado tarde ellos ya tenían el virus  dentro de su cuerpo, mi padre estuvo aislado dos interminables meses, la mayoría del tiempo  inconsciente, mientras su esposa, hijos, nietos y conocidos rezábamos incansablemente para que  sucediera el milagro que lo volviera a casa. Juntas informativas con los doctores nos hacían  pensar que llegaba lo inminente, por la edad y porque otras condiciones de su salud hacían más  difícil su recuperación pero la fe en Dios y en los médicos seguía estando ahí. Junto con mis  hijas y una fe infinita en el tan deseado milagro rezábamos cada noche y sé que como nosotros  otras tantas personas hacían lo mismo por sus seres queridos, mi mente en ese entonces ya estaba  resignada a que en cualquier momento ese teléfono sonará y nos dieran la mala noticia. Como  nosotros, muchas personas pasaban la misma tragedia, pero quizás lo más triste fue esperar en  casa sin poder mirar a nuestros enfermos y en los casos más trágicos ni siquiera poder despedirse  de ellos cuando morían en la más triste soledad de un cuarto de hospital. Otras muchas personas  murieron en sus casas, al no encontrar un centro médico que tuviera espacio para ellos o algunos  por miedo a no volver a mirar a su familia pues se contaba que al llegar al hospital muchos eran  entubados y la mayoría no sobrevivía, muchos casos demasiado tristes que no se olvidarán  jamás. Afortunadamente y gracias a los médicos, a las oraciones y a las ganas de vivir de mi  padre podremos celebrar una vez más el Día del padre, con las consecuencias que el COVID-19  nos dejó, físicas, emocionales, médicas y económicas puesto que sus pulmones necesitan de vez  en cuando oxígeno y visitas más frecuentes al médico afectando esto a su bolsillo pero sobre todo nos enseñó el valor de abrazar una vez más a tu familia y amigos pensando que algún día  tuvimos que renunciar a la demostración física del afecto y el amor. 

Written Story by Evy

Mi experiencia con COVID-19

Muchos fuimos los afectados por la pandemia de Covid-19 pero en esta ocasión quiero contar mi  experiencia personal, al principio cuando se dio a conocer que la enfermedad era considerada  como pandemia mundial yo no creía que estuviéramos viviendo algo de esa magnitud, pensé que  solo era desinformación por parte de los medios de comunicación y las redes sociales, se decía  que ya había muchas personas enfermas pero como pasaban los días, quizá los meses y ni yo ni  mi familia nos contagiábamos seguía creyendo que era solo una mentira, pero al pasar de algunos  meses me contagié, comencé con síntomas y me rehusaba a creer que había llegado el COVID 19 a mi familia, pasaron algunos días y mi esposo y mis hijos comenzaron también con síntomas,  acudimos a hacernos la prueba y salimos positivos, ahí sentí que el mundo se me venía abajo,  creí que solo íbamos a presentar síntomas leves pero no fue así, mi esposo y yo presentamos  síntomas graves, al grado de no poder atender a nuestros hijos, tuvimos que dejar de trabajar y al  ser indocumentados no recibíamos ningún apoyo de gobierno, no tenemos familiares cerca que  nos pudieran ayudar a comprar medicamentos o comida, no podíamos salir porque sabíamos que  poníamos en riesgo a las demás personas y a pesar de que aparentemente nos encontrábamos  solos la ayuda empezó a llegar por parte de amigos y vecinos, al darse cuenta de que estábamos  enfermos nos empezaron a llevar comida y medicamentos con la única finalidad de ayudarnos,  ahí fue donde nos dimos cuenta que en realidad nunca hemos estado solos, que aunque no  contemos con familia de sangre por estar en un país que no es el nuestro, tenemos amigos que se  han convertido en familia y que nunca nos dejarán solos y están siempre para apoyarnos.  

Creo que muchas personas al igual que yo al principio estaban incrédulas de lo que era el  COVID-19 y de lo que nos esperaba por no saber qué era lo que teníamos que hacer para evitar  enfermarnos pero era por la desinformación que circulaba en redes sociales, por eso considero  de gran importancia el hecho de investigar las cosas antes de dar una opinión de cosas que no  sabemos, en mi caso puedo decir que tanto yo como mi familia pudimos sobrevivir a la  pandemia y que aparentemente quedamos sin secuelas, suerte con la que no corrieron muchas  más personas ya que hubo un gran número de fallecimientos y de igual manera muchas  personas que sobrevivieron quedaron con secuelas graves, por lo que debemos aprender que  no todos corrimos con la suerte de saber que se nos está dando una segunda oportunidad para  cambiar las cosas que estamos haciendo mal, la pandemia nos está dejando un aprendizaje de  diferentes formas a todas las personas, por lo que debemos hacer un análisis personal y  entender con qué finalidad estamos cada uno de nosotros en este planeta y los que  sobrevivimos, agradecer que seguimos con vida

Written Story by Arturo Villaseñor

Todos somos extranjeros...

Año 0, diciembre 2019 

Era casi el fin del año y aquí, en Oregon, llovía como siempre: ni una gota más, cierto, pero  tampoco ni una sola gota menos. El ambiente era muy húmedo y el frío calaba hasta los huesos,  más o menos como de costumbre, y como de costumbre la gente se apresuraba a prepararse para celebrar la Navidad y el Fin de Año. Y mi familia, al igual que otras tantas familias, también íbamos de un lado a otro haciendo compras de último momento, mojándonos y chapoteando  entre charcos, esquivando a esos otros que también se apresuraban para, quizás, regresar a casa  para cenar y beber algo caliente que ayudase a combatir ese frío que siempre acompaña a quienes  nos aventuramos a caminar por las calles bajo la lluvia. Y en el medio de toda esa agitación hubo  un algo que recuerdo muy bien de aquel diciembre: esa noticia en la radio, una entre otras tantas,  que se convertiría en la noticia  

Manejábamos ya de regreso a casa y, para variar, siguiendo ese hábito adquirido desde México,  escuchaba las noticias internacionales del día, esas que se supone son nuevas pero que, al mismo  tiempo, eran las mismas de siempre, y entre todas esas noticias de siempre hubo una, particularmente irrelevante, en forma de reporte, muy breve y muy escueto, sobre una cierta enfermedad en China, ligada a un cierto mercado de animales, y que era algo así como una cierta  clase de gripe, la que nos iba a tocar padecer ese año, o el siguiente, de manera inescapable,  como ha ocurrido siempre, sin falta, desde que tenía memoria. Así que archivé el dato en ese  cajón en el que guardo información destinada a ser olvidada de inmediato porque, y así lo pensé en ese momento, ¿qué tan grave podría ser en esta ocasión? Supongo que no tenía ni la más  remota idea, porque ¿Quién lo hubiera imaginado? 

Año 1, diciembre 2020 

Las noches de invierno, de ese invierno del primer año de pandemia, no fueron como las otras  noches de pasados inviernos: hacía frío y oscurecía temprano, exactamente como suele suceder por esos días. Pero no hubo ese ambiente festivo que solía compensar las incomodidades de la  estación. No se podía viajar de manera normal y había muchas restricciones de todo tipo en todas  partes; comer fuera de casa y tener alguna fiesta con amigos era un poco complicado, por decir lo  menos, y el simple acto de caminar por la calle era una actividad que muchos evitaban, y que no  pocos rehuían, porque había que alejarse (la sana distancia, nos decían) de cualquiera que nos  encontrásemos en el camino. Sin embargo, los que podíamos caminar allá, afuera, éramos 

afortunados, porque había lugares en que hacerlo era realmente arriesgado y estaba, literalmente,  prohibido… Y entre toques de queda, horarios acotados, compras de pánico, restricciones de  viaje y calles y ciudades desiertas, todo parecía indicar que ese año no se iba a olvidar fácilmente y sería uno de aquellos periodos de la historia que la gente guarda en la memoria colectiva, porque TODOS lo recordaríamos como el año en que vivimos en peligro. Y lo que vimos a lo  largo de doce meses fue algo que nunca había sido visto, al menos no a esa escala, y mucho  menos a nivel de todo el mundo. Y esa Navidad y ese fin de ese año no fueron lo que solían ser

porque en el aire flotaba esa suerte de tensión, ese algo que oprimía el pecho, y que no tenía que  ver necesariamente con lo difícil que era el tratar de respirar al través de una mascarilla N95,  porque ese algo era no sólo físico, era algo más. Y entonces, con pesar, recordé que hacía casi un  año había escuchado aquella nota en la radio, esa nota breve y escueta, una de esas noticias que  uno suele olvidar casi de inmediato por irrelevante y sin importancia. 

Año 2, diciembre 2021 

No sabíamos si algún día la curva acabaría por hacerse plana o nosotros nos daríamos por  vencidos primero, y mientras una cosa o la otra de decidía a ocurrir, la vida seguía su curso, con  nuevas rutinas y la adquisición de nuevos hábitos, y protocolos de limpieza y de convivencia,  que más tarde, confiaba, podríamos abandonar porque me eran extraños y me era ajenos, aunque 

ya era evidente que algunos de nosotros los repetiríamos mucho tiempo después, como un mantra salvador, aunque el peligro ya hubiera pasado.  

Una cosa a la cual nunca me acostumbré fue a la falta de expresión y reconocimiento del otro  que las mascarillas nos imponían. Allá afuera sólo veíamos medios rostros que no nos decían mucho, a veces casi nada, y aunque los ojos siempre transmiten las más profundas de las  emociones, algo nos hacía falta, mucha falta, y ese algo perdido nos limitaba y nos convertía a  todos en forasteros, en gente venida de lejos, porque no compartimos ya esa lengua franca que  llevamos impresa en nuestros rostros, porque nuestra cara había enmudecido y había dejado de  ser ese mapa que nos permitía leer las emociones de quienes teníamos enfrente sin importar que  lengua hablásemos, y ahora algunos de nosotros éramos para todo efecto doblemente extranjeros,  a pesar de seguir viviendo en un lugar que ya considerábamos nuestro hogar, y hasta tuvimos que  aprender un nueva lenguaje de señas que nos permitiera navegar en esta nueva normalidad que se  había venido imponiendo de manera silenciosa. Y en el medio de esa nuevo estado de cosas el  salir de casa se había convertido en una suerte de una expedición, porque ir de compras era ya  un viaje de aventuras, casi una búsqueda del tesoro (aunque ese tesoro fueran en realidad sólo  servilletas y rollos de papel higiénico) pero los riesgos eran reales y hasta los lugares más  conocidos y triviales dejaron de sernos familiares porque se habían convertido en lugares  extraños, dignos de un cuento de misterio y ya no era raro ver a gente embozada, con la cara  cubierta hasta los ojos, entrar y salir impunemente hasta de los bancos. A veces, al recordarlo, río  para mis adentros, porque bien mirado, cuando le cuente esto a mis nietos no me lo podrán creer,  porque ¿cómo fue posible que en aquellos días pudiéramos entrar, temerariamente, a un banco y  pedirle dinero a un cajero con la cara cubierta como un ladrón? 

Año 3, diciembre 2022 

Poco a poco algunas actividades se habían venido normalizando, aunque no sabíamos, todavía,  cuando volveríamos a nuestras rutinas de antes de la pandemia y si algunas de esas rutinas  regresarían o se habían ido para siempre. Se podía viajar, aunque seguía siendo complicado, pero  al menos lo podíamos hacer. Mucha gente trabajaba en casa de manera regular y las  videoconferencias era ya un lugar común. Y si no se quería salir de compras, siempre se podía 

contar con algún servicio de entregas a domicilio. Los menos afortunados, sin embargo, nunca  dejaron de trabajar fuera de casa, porque no había manera que una máquina los reemplazara o  que su trabajo pudiera ser ejecutado de manera remota, y aunque algunos fueron etiquetados  como “esenciales” creo que nunca se les compensó como era debido, tomando en cuanto lo que  se esforzaron y el riesgo que muchos de ellos enfrentaron de manera constante. Por otra parte, mucha gente perdió su empleo y poco tiempo después, también sus casas… Me temo que en  algunos meses esa situación va a resultar en una nueva crisis, y que esa crisis es ya inevitable, a  pesar de esas ayudas del gobierno que se repartieron por aquí y por allá, es evidente que ninguna  asistencia puede ser suficiente para reparar los profundos daños sufridos por tantos y, encima de  todo, hay una fatiga que también ha hecho sus estragos en todos nosotros. En septiembre se  determinó que la emergencia llegaba a su fin, pero una declaración oficial no cambia nada,  porque ya nada es igual; supongo que las cicatrices que nos han quedado nos van a recordar por  mucho tiempo lo que hemos perdido, lo que se fue, lo que nunca va a regresar… 

Año 4, junio 2023 

Retomo mis notas y puedo ver que el Mundo sigue moviéndose hacia adelante, en ese proceso de  doloroso progreso en el que nos encontramos inmersos, del que no podemos escapar, pero, siempre ha sido así, eso nunca ha cambiado y dudo mucho que cambie. Pero algunas cosas sí que  han vuelto y entre ellas, una de las que extrañaba más, y que ahora aprecio mucho más que antes,  es que nos hemos vuelto a encontrar y nos miramos y nos podemos reconocer entre la gente. En  el medio de la calamidad pudimos ver, a pesar de que tantos llevamos las caras ocultas detrás de  una máscara, en quién podíamos confiar y quizá, en quienes no sería tan bueno depositar nuestra  confianza. Pero si alguien me sonríe, yo le devuelvo la sonrisa. Sonríes, te sonríen, así de  simple… hemos dejado de ser extranjeros, nos miramos al rostro, y ahora ya nos conocemos.”

Written Story by Angel CC

¿Qué aprendió sobre sí mismo gracias a la pandemia?

En marzo de 2020, nos enfrentamos a uno de los retos mas aterradores en la historia reciente de la humanidad. Los científicos del mundo descubrieron un nuevo virus identificado como COVID-19. Este inesperado, pero predecible evento, resulto ser una pandemia moderna que cambio de la noche a la mañana las todas las actividades humanas. Este virus al ser de rápida propagación hizo que los gobiernos tomaran decisiones para evitar contagios masivos. Pasamos de tener una vida normal a una vida confinada. 

Como con la mayoría de la población, la pandemia tuvo un impacto significativo en mí. Soy un estudiante internacional en la ciudad de Portland, Oregon en los Estados Unidos. Antes de la pandemia, tenia un trabajo el cual tuve que dejar por el confinamiento. Al principio parecía que íbamos a estar resguardados en casa durante dos o tres semanas. Al principio la idea parecía emocionante ya que serían unas minivacaciones. Pero el confinamiento se extendió y los problemas comenzaron. Al no haber trabajo, el dinero comenzó a escasear. Los días de estarse cuidando de la enfermedad, se turnaron en días de mucha incertidumbre. Las visitas a los bancos de comida se hacían cada vez más frecuentes, así como el buscar apoyos para pagar la renta y los servicios. 

De repente, una gran parte de nuestras actividades se turnaron en virtuales gracias a las tecnologías de la información que tomaron una gran fuerza. Pase de ser una persona con mucha timidez a hablar frente a una cámara, a tener reuniones tres o mas veces durante el día. Zoom, Google Meets y otras aplicaciones de video, se convirtieron en nuestras app favoritas o mas utilizadas por la naturaleza del trabajo y los estudios. 

Al pasar de los meses y con el numero de enfermedades en aumento, el encierro continuaba. Es aquí cuando comenzaron a llegar poco a poco las oportunidades que me dejaron las mayores enseñanzas durante la pandemia. Recibí una invitación del gobierno local de mi ciudad natal, para exponer mi experiencia como estudiante internacional en los Estados Unidos. La temática de la plática se llamó “Si tienes un sueño no te duermas.” El gobierno de la ciudad de Oaxaca, Oaxaca, México, invitó a un grupo de jóvenes que estaban estudiando o se habían graduado en otros países en el extranjero. Este tipo de plática motivacional fue el parteaguas de mis actividades como voluntario con la comunidad. Después de esta plática, llegaron otras invitaciones para participar con organizaciones sin fines de lucro, universidades e instituciones de gobierno en México y los Estados Unidos. Llego también la oportunidad de participar como coautor de un capítulo de libro. Igualmente, tuve la oportunidad de participar como ponente en congresos nacionales e internacionales. 

A la fecha, he logrado participar como ponente en lugares tan remotos como Perú. Todo esto ha sido posible a la magia de la tecnología y lo que la pandemia nos vino a enseñar que debemos tener capacidad de adaptación y evolución. La pandemia nos vino a ensenar también que únicamente tenemos un solo hogar y que este nos provee todo lo que necesitamos. Si no aprendimos la lección, nuevas pandemias vendrán ya que nuestro estilo de vida y de alimentación esta cambiando al planeta. En lo personal, yo me siento mas humilde y trato de vivir una vida con lo necesario. Trato de alimentarme mejor directamente de los alimentos de la tierra. Trato de reducir lo que tiro y lo que reciclo. Trato de ayudar al prójimo en lo que puedo sin esperar nada a cambio. A pesar de haber perdido a seres queridos, estoy feliz de vivir en esta época. La pandemia fue una gran maestra. Tenemos que vivir nuestra vida al máximo buscando ser felices siendo humildes. Habrá gente que quiera descalificar la pandemia pero no es así. El covid-19 va a estar con nosotros como muchas otras enfermedades. Lo mejor que podemos hacer es aprender a reforzar nuestro sistema inmune de manera natural. Nuestra madre tierra no nos necesita, pero nosotros no podemos vivir sin ella. Amor y luz para todos y todas. 

Artwork Story by Antoinette

Mask on, mask off

A stylized painting shows a person exhaling colorful streams (yellow, red, green, and blue) along with virus particles. Another person, wearing a mask, is positioned in front, partially covering their face. The background is a blend of purple hues with splashes of various colors.

Audio Story by Riziki

English Translation

We did not know where this disease came from. We never knew if we would die or not. People became afraid, not knowing what was going on. That is the way it was. We as a family could not travel because everything was closed. This meant coming to the United States would not be possible because all the trips from the camps where we were in Africa, in a country called Tanzania, were stopped and all facilities were closed.

Other people and I really got scared, not knowing what is the way forward and where things even stood. It was a very confusing moment that we have never experienced. One thing I do remember is that when things kind of calmed down a bit, people were able to travel and life seemed to have some meaning. But still, we were not sure that traveling to the United States was okay.

We were afraid that we were either going to die or live, but we thank God for everything. If we never had faith in Him we would not be here today. We thank the government for all the hard work they have done in taking care of this disease in terms of us having vaccinations.

This disease made the whole world afraid. Things really changed like schools being closed, stores being closed, even churches were closed. At this point we never knew what to expect. We also never knew if we were going to come back again because people died, people got sick, to an extent that we have never seen. We had some people who died not because they were sick but because they lost loved ones. This caused unnecessary heartache and pressure to lose a loved one

The thing that was very interesting is that when I was given the vaccine, even at that time my five-year-old also had to get a vaccine. At that point I knew that this was a life saving moment for all of us.

And again, I thank God because I know He is on our side and the government as well, we thank them for everything they have done for us.

Swahili Transcription

Hatukujua ugonjwa huu ulitoka wapi. Hatukujua kamwe kama tutakufa au la. Watu wakaingiwa na hofu wasijue nini kinaendelea. Hivyo ndivyo ilivyokuwa. Sisi kama familia hatukuweza kusafiri kwa sababu kila kitu kilikuwa kimefungwa. Hii ilimaanisha kuja Marekani isingewezekana kwa sababu safari zote za kambi tulizokuwa Afrika, katika nchi inayoitwa Tanzania, zilisimamishwa na vifaa vyote vimefungwa.

Mimi na watu wengine tuliogopa sana, bila kujua ni njia gani ya kusonga mbele na mambo yalisimama wapi. Ilikuwa wakati wa kutatanisha sana ambao hatujawahi kupata. Jambo moja ninalokumbuka ni kwamba mambo yalipotulia kidogo, watu waliweza kusafiri na maisha yalionekana kuwa na maana fulani. Lakini bado, hatukuwa na uhakika kwamba kusafiri kwenda Marekani kulikuwa sawa.

Tuliogopa kwamba tutakufa au kuishi, lakini tunamshukuru Mungu kwa kila jambo. Kama hatungekuwa na imani Kwake tusingekuwa hapa leo. Tunaishukuru serikali kwa kazi kubwa waliyoifanya katika kutunza ugonjwa huu kwa sisi kupata chanjo.

Ugonjwa huu ulitia hofu dunia nzima. Mambo yalibadilika kweli kama shule kufungwa, maduka kufungwa, hata makanisa yalifungwa. Kwa wakati huu hatukujua la kutarajia. Pia hatukujua kama tungerudi tena kwa sababu watu waliokufa, watu waliugua, kwa kiwango ambacho sijawahi kuona. Tulikuwa na baadhi ya watu ambao walikufa si kwa sababu walikuwa wagonjwa bali kwa sababu waliopoteza wapendwa wao. Hilo lilisababisha maumivu ya moyo yasiyo ya lazima na shinikizo la kumpoteza mpendwa.

Jambo lililokuwa la kufurahisha sana ni kwamba nilipopewa chanjo, hata wakati huo mtoto wangu wa miaka mitano pia alilazimika kupata chanjo. Wakati huo nilijua kuwa huu ulikuwa wakati wa kuokoa maisha kwa sisi sote.

Na tena, namshukuru Mungu kwa sababu najua yuko upande wetu na serikali pia, tunawashukuru kwa yote waliyotufanyia.